domingo, julio 7, 2024

Margot Benacerraf: Una luz del cine venezolano se apaga

El mundo del cine se viste de luto con la partida de una de sus pioneras más emblemáticas: Margot Benacerraf. A los 97 años, la cineasta, guionista y promotora cultural deja un legado invaluable que ha marcado la historia del séptimo arte en Venezuela.

Nacida en Caracas el 14 de mayo de 1926, Benacerraf desde temprana edad mostró una profunda pasión por las artes. Su espíritu inquieto la llevó a explorar diferentes disciplinas, graduándose en Filosofía y Letras por la Universidad Central de Venezuela. Sin embargo, su verdadera vocación la encontró en el mundo de las imágenes en movimiento.

Impulsada por su anhelo de conocimiento cinematográfico, la venezolana viajó a Estados Unidos y luego a Francia, donde se formó en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (IDHEC) de París.

Reverón y Araya

Sus dos películas son Reverón, documental que ilustra la vida del pintor venezolano Armando Reverón, y Araya, narración poética de la vida en las salinas de Araya, al oriente de Venezuela.

La película venezolana Araya no solo cautivó a la audiencia nacional, sino que también trascendió fronteras, llegando a la mismísima alfombra roja del Festival de Cannes. Allí, la cinta recibió el Gran Premio de la Crítica Internacional (Fipresci) y el Premio de la Comisión Superior Técnica.

Compromiso con el cine venezolano

La obra de Benacerraf no se limitó a la dirección. Su compromiso con el cine la llevó a fundar la Cinemateca Nacional de Venezuela en 1966. Este se convirtió en un espacio consagrado a la preservación, difusión y formación cinematográfica.

Gracias a su visión y tenacidad, la Cinemateca se convirtió en un pilar fundamental para el desarrollo del cine venezolano, ofreciendo al público la oportunidad de apreciar obras clásicas del cine mundial y sirviendo como plataforma para el surgimiento de nuevos talentos.

A lo largo de su trayectoria, Benacerraf recibió numerosos reconocimientos por su invaluable aporte al cine, incluyendo el Premio Nacional de Cine de Venezuela en 1982 y la Orden del Mérito al Trabajo en Grado de Comendador en 1993.

Margot Benacerraf se despide del mundo físico, pero su espíritu creativo y su pasión por el cine vivirán por siempre. Su luz seguirá iluminando el camino del cine venezolano, inspirando a las futuras generaciones de cineastas a contar historias que conmuevan, transformen y perduren en el tiempo.

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